sábado, 9 de enero de 2010

El poder tornasol.

Hace algunos meses; nueve, para ser exactos; empezé un tratamiento a base de Isotretinoína cuyos principales efectos secundarios (o mejor dicho, los que más me jodían)eran: irritación cutánea (colorado todo el tiempo); fotosensibilidad (vampirísmo temporal); resequedad de la piel, cabello y labios (chapes telas); disminución de la visión nocturna (golpes y chinchones) y limitación de la capacidad física (pulmones de bebé); todo esto, sumado a mi afán por evitar el sol, embadurnarme la piel de cremas hidratantes y el cabello de acondicionadores y de cumplir sumisamente todo lo que mi dermatólogo me recomendo; convirtieron mis ultimos meses en una suerte de Santa Inquisición del siglo XXI, algo así como una condena perpetua que algún día acaba o una pena de muerte que no te mata. Una mierda total.


Sin embargo, superados los 20 mg por kilo que son considerados la dosis mínima, y enterrados honorablemente mis frasquitos de bloqueador solar de 100 spf en el patio trasero de la casa de mis tios; hoy me revelo como el flamante muchacho solar que todo este tiempo anhelé ser. Mi tratamiento no fue lo suficientemente largo como para cumplir definitivamente su propósito, pero mi piel exige de una buena vez su independencia química y echa a palos de su vida a las cremitas nivea, a los jabones Oxy y a los polerones con capucha que tanto me protegieron del sol. Hoy, por más ridículo que suene, retomo los paseítos al atardecer y los partidos de futbol al aire libre, los largos en las piscinas sin techo y mis orgásmicas horas de lectura echado en una improvisada hamaca veraniega o invernal, pero irremediablemente sin la preocupación de estar con la luz solar cegándome los ojos y entibiandome el rostro. Bingo, bingo rotundo.

Asi que hoy hay algo que calienta mi cuerpo e ilumina mi espiritu, que adormece mis ojos y broncea mi piel, que entibia cada milimetro de mis huesos y me alumbra el ego. Ese rayito de luz. Ese poder tornasol.
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