martes, 1 de septiembre de 2009

Mi primer cuento.


I
Preparaba presuroso su maleta, tarareba triunfante una canción, miraba nervioso su reloj y sonreía clara, decidida, sinceramente.
"Hoy es el día" apenas susurró.
En otra habitación de la casa, su madre refunfuñaba casi en silencio y procuraba pensar en otra cosa para no perder los estribos; ahora que lo pensaba mejor, aquel viaje sería una pérdida de tiempo para Franz porque perdería clases en el colegio y sabe Dios que clase de chicos irían a ir con él; pero sabía, al igual que su hijo, que ya no podía hacer nada para impedirlo a estas alturas. Suspiró indignada.
A él, por otro lado, la oportunidad nunca la hubiera podido parecer más propicia: Franz quería salir de allí. El deletéreo final de un romance apresurado y las permanentes discusiones con la gente que quería en su hogar, en su colegio, en su barrio y en su vida en general lo deprimían a más no poder; todo esto, sumado al prejuicio absurdo que reza "los hombres no lloran" y que estaba tan metido en él, lo encerraba en una celda emocional que le empujaba la tristeza a los ojos, pero que no le dejaba convertirla en lágrimas.

Su papá le ayudó a cargar sus cosas a la pick-up negra y lo llevó al aeropuerto, despues de hacer el check-in de rutina y darles un abrazo a sus progenitores prometiendo no libar licor en toda la travesía, Franz se sacó la cadenita que siempre había colgado de su cuello y la tiró a un elegante tacho plateado; no era regalo de nadie, se la había comprado en una joyería cercana porque le gustó y porque estaba en oferta, ese pedazo de metal le recordaba a sí mismo, y en ese momento, con todos sus problemas latentes y sus recuerdos tristes; decidió que despojarse de esa pieza sería un primer paso para recuperar su tranquilidad.
Franz conocía a un par de chicos de los once viajeros que integraban el grupo, de los cuales, solo dos eran mayores de edad y por lo tanto, firmaron como los "tutores" del grupo; empero, Juan Diego, el verdadero organizador y financiador de la travesía, era realmente quien estaba al mando, semanas antes se había presentado en sus casas como el flamante presidente nacional del Programa de Municipios Escolares y los invitaba a acompañarlo a la selva en calidad de vocales distritales; una hora después, sus padres, seducidos por sus palabras rebuscadas y sus gestos perfectamente coordinados, asentían satisfechos y los miraban victoriosos.



Sin embargo, para los chicos viajar con Juan Diego significaba la oportunidad de salir por las noches en una ciudad nueva, comer en buenos restaurantes, conocer chicas guapas e ir a cuanta fiesta se organice a cambio de ponerse el uniforme un par de horas al día y asistir a ceremonias de honor donde los inmerecidos galardonados eran ellos.




II
"Hola, soy Coco" le dijo el niño que se sentaba a su lado "¿Cómo te llamas tú?"
Él se molestó un poco, no estaba de humor para hablar de Discovery Kids con ese niñato molestoso.
"Franz Lisboa"contestó despacio.
"Ala, que feo nombre" musitó inocente el chiquillo.
Se volteó violentamente sin hacer caso y cerró los ojos, sintió turbulencia, despegaban.
"no no, no quise molestarte" se disculpó el chico "el mío tampoco suena tan bien, Coco Carrasco, para servirte" continuó mientras trataba de hacer una venia ridícula.
Franz se sorprendió un poco, la joyería donde había comprado su cadena era la de la familia Carrasco; y, si mal no recordaba, mientras pagaba en caja vio, detrás del mostrador, al costado de su mamá, a un niño como el que ahora se sentaba a su lado.
"¿Bromeas? Tu nombre suena horrible" le contesto suavizando la voz "Mucho gusto Coco; ey, ¿te parece si conversamos al bajar del avión? Tengo un poco de sueño"
"Si no querías esa cadena, yo hubiera podido conseguir un buen comprador y repartir las ganancias a mitades; pero la tiraste, bruto, era de plata" fue su respuesta.
Franz se carcajeó un rato "no hay forma" le dijo "tu mamá me la vendió a cinco soles"
"Imposible, que yo sepa tenía buen acabado, y nada que sea de plata cuesta cinco soles, y menos en la joyería de mamá" bufó terco el chiquillo.
"Te digo que no creo q fuera de plata, tengo sueño Coco" fue lo ultimo que Franz dijo.
"En Carrasco's Jewels todo es de la mejor calidad y no vendemos baratijas" contestó casi a gritos el molesto chiquillo; abrió su libro y, como si de un ritual se tratara, continuó leyendo.




III
Una hora y media después, mientras baajaban por la escalerilla del avión, una extraña sensación de viscosidad trepó por sus pies y los envolvió por completo, frente a sus ojos, finalmente, se erguía Iquitos, la ciudad del amor.
Debido a la casi literal inexistencia de taxis en esa ciudad, en algunos minutos cinco motocarros formados en caravana y con las puertas abiertas avanzaban uniformemente sobre la carretera; Susan y Carolina, las dos chicas del grupo, disfrutaban a ojos cerrados de la cálida brisa que alborotaba sus cabellos; y los chicos, fieles al instinto, lanzaban piropos subidos de tono a las simpatiquísimas muchachas que caminaban por allí; animados por las discretas carcajadas de Franz y los jubilosos gritos de guerra de Coco, el más joven, juguetón y risueño de todos.




IV
Al día siguiente, instalados en una bonita casa del centro y bajo la tutela de la mamá de Juan Diego (los tutores provisionales ya habían partido), el grupo se encaminó a la municipalidad de Loreto; y, luego de sonreírle una hora al alcalde mientras Juan Diego hablaba, almorzar en un restaurante tradicional y pasar toda la tarde en un billar sucio; regresaron a dormir exhaustos y felices: Los lazos de amistad, rápida e irremediablemente, comenzaban a afianzarse.




V
Sobre todo el que unía a Franz y Coco; la despreocupación y mente fría de este se complementaba a la perfección con el alma traviesa e inmadura del chiquillo; las bromas que juntos hacían eran las más aplaudidas; (si es que Franz estaba de tan buen humor como para bromear) y sus discusiones, las más mordaces (si es que Coco estaba de tan mal humor como para discutir). Los unía, además, el gusto común por las matemáticas, la comida selvática, los helados y las chicas de rasgos orientales.
“Franz, mira, la de la banca, qué chica, Dios mío…” decía David, asegurándose de elevar la voz lo suficiente como para que Coco pueda oírle y la susodicha muchacha, no.
“¡Asu…! Qué rica chinita” soltó Franz lentamente, como relamiendo sus palabras “Habrá que acercarse a saludarla ¿no?” susurró mientras, fiel a sus palabras, empezó a caminar con dirección a la banca más próxima del parque.
Toda la comitiva (incluyendo a las chicas que antes se oponían a esta clase de bromas) saltó una risita cómplice y paró las orejas. Coco, emocionado y casi al trote, salió del grupo a darle alcance a su amigo.
“Mi amor” empezó Franz un poco nervioso “Me pregunt…”
“Oye, baboso, deja de fastidiar a mi señorita enamorada” lo interrumpió Coco, que actuaba muy bien “¿Qué no ves que tenemos una cita?”
La chica bajó la mirada avergonzada.
“¿Estás demente? Empezó a gritar a voz en cuello el mayor “¡Esta preciosura te lleva una cabeza! ¿Sabes cómo te dejará cuando le saques la vuelt…? Se detuvo de improviso en el momento en el que la chica salió disparada unos cuantos metros más allá; su grupo de amigas, a las que había estado esperando, había llegado.
Los chicos del grupo, que dispersos cerca de ahí habían estado tratando de escuchar y ver la broma, lanzaron un suspiro decepcionado.
“¡Rayos!” musitó Coco “El show ni siquiera había empezado”
“Franz, luego de darle una fugaz palmeada de consuelo a modo de broma, se acercó a las chicas que habían llegado.
“Hola” les sonrió “Somos un grupo de chicos que no conocemos la ciudad y que no tenemos mucho que hacer” Algunas se rieron “Y tú, amiguita” se volteó hacia la muchacha de la broma “Eres la primera víctima de nuestros roches públicos que escapa a salvo y vive para contarlo”
“Pensé que me iban a robar, tonto” dijo la chica esbozando una sonrisa “ustedes los limeños son muy vivos” completó.
Estallaron algunas carcajadas anónimas, Franz reconoció las de Coco, Juan Diego, David y Susan.
¿Y por qué piensas que soy de Lima” le preguntó
“Por tu dejo, tú y tu hermanito hablan más rápido de lo usual y su voz es más cantarina que la que se usa en el resto de ciudades; a excepción de Arequipa y Piura, claro; los lonccos y paitas hablan casi cantando” informó la chica
El muchacho se quedó sorprendido, ella parecía una chica inteligente, además de insufriblemente atractiva.
“Vuelve a decir que soy su hermanito y te saco la vuelta de verdad” soltó Coco al llegar junto al grupo “Hola chicas, un placer” continuó haciendo la ridícula venia que había intentado, días atrás, en el avión.
Ahora todos rieron con la gracia; y, poco a poco, los chicos fueron uniéndose a la reunión y, al igual que las iquiteñas, se presentaron uno por uno.
Mientras, Franz continuaba la conversación.
“¿Cómo sabes todo eso?”
“¡Ni que fuera la gran cosa!” dijo riendo la muchacha “Viajo mucho con papá, he vivido en siete ciudades” confesó
“Wow… eso es sorprendente” musitó el chico “yo no podría” le dijo “a propósito… ¿Cuál es tu..”
“Marianella” le corto la chica radiante
“Bueno chicos, es hora de irnos; tenemos una invitación para un colegio en Belén” comentó la señora Lula, mamá de Juan Diego.
Todos se despidieron con desgano y los grupos se separaron. Luego de dar cinco pasos, Franz decidió que quería volver a ver a esa chica, a Marianella.
“¡Ey! Chicas” ambos grupos se detuvieron sorprendidos “estos chicos me dicen que les está ardiendo los pies por irse a bailar a una discoteca esta noche, ¿se animan?” preguntó
“Sí, claro” soltaron juntas.
Y, luego de un fugaz intercambio de números telefónicos, los grupos se separaron. Algunos palmeaban victoriosos los hombros de Franz.




VI
Llegada la noche, limpios y perfumados, los chicos salieron con dirección al Shadow’s, donde se encontrarían con sus nuevas amigas; compraron entradas y algunos cigarros y su pusieron a la cola. El lugar estaba atestado de gente.
Coco no cabía de emoción en sí, sería la primera vez que entraba a una discoteca y le encantaba bailar. El chiquillo fue, sin duda, quien se aseó con más esmero y perfumó con menos decoro. Por otro lado, Franz, rememoraba en silencio las frases bonitas que había aprendido para Marianella, quería sorprenderla.
“Documentos, ñaño” le pidió el guardia a Coco “o no entras”
“Pero solamente falta él” le supliqué al guardia desde dentro “y hace rato entró un pata más chato que él” continuó “no seas malo pues”
Pero el vigilante fue inflexible, Coco se quedó fuera.
“Tomaré una moto, no se preocupen” alcanzó a decir antes de salir corriendo. Lloraba.
Caminó una cuadra,y, cuando estaba a punto de subirse a un motocarro, sintió una mano en su hombro, se volteó alarmado, y se encontró con Franz.
“No pensabas que iba a dejar que te vayas solo ¿o sí?” le dijo riendo su amigo “es peligroso andar solo a estas horas, te pueden secuestrar y violar” le dijo ”ya sabes que estoy en contra de la prostitución infantil”
Coco, que aún era un niño, lo abrazó con fuerza.




VII
El niño le contó muchas cosas a su amigo esa noche; y su amistad, si bien era fuerte, se alimentó de tornasolados secretos y generosas promesas en esa conversación que duró hasta el amanecer, se volvió invulnerable
Franz vio a Marianella al día siguiente, salieron juntos y se enamoraron. Vivieron cada día como si fuera el último, y a decir verdad, fueron los últimos. Cada costura en el corazón de Franz que había sido zurcido por el amor de la chica y la amistad de Coco se rasgó por la mitad el día de la partida.
Y, mientras se ajustaba el cinturón de seguridad y la aeromoza daba las instrucciones de rutina, fue Franz quien rompió a llorar. Triste, impotente, furiosamente.


VIII
Algunos días después Coco lo llamó y lo invitó a dar un paseo. Franz aceptó y en un par de horas se daban un fraternal abrazo.
“¿cómo has estado, amigo? Preguntó inocente, como siempre
“Bien Coco, un poco mejor…”
“Era lindísima, ¿sabes?, pero no la única chica del planeta” se arriesgó un poco más “¡Vamos!, no seas gil, fue una obsesión pasada”
“Lo sé” contestó su amigo desganado “relájate Coco, estoy mejorando”
Ambos se quedaron en silencio un rato.
“Me alegra oír eso” dijo finalmente el jubiloso niño y, con la mejor de las sonrisas, le extendió la mano y le entregó algo.
“Tenías razón” continuó Coco “tu cochinada le costó dos soles a mi mamá, no era ni de lata” le dijo
“Pencé que en Carrasco’s Jewels no vendían baratijas” contesto sonriendo y sin mirar aún lo que tenía en la mano
“Bueno… como puedes ver, ya no” finalizó el niño
Entonces, Franz abrió el puño y pudo ver, colgando de su mano, reluciente y hermosa, una cadenita de oro.

5 comentarios:

  1. Bueno me sorprendio realmente la introduccion, muy pegajosa y creible hasta cierto punto, pero me parece que tu apresuro por terminar la historia acabo terminandola de verdad, pero estubo muy bien realmente bien me has sorprendido Jim ah y por cierto ia casi completo la promesa del blog q t hice sigue asi pero tranqui no apresures una historia si no necesita ser apresurada por ahora tu anonimo primo

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  2. jujujuu..! cheeree..!!
    esqq tenia q terminarr el trabajoo en media horaa.. y me saltee comooo la mitad de la historia en un capituloo rapidoo.. :S:S:S

    Peroo... Cuando tenga tiempoo la completoo.. promesaa primooO..!
    _______________________________________

    Graciazzz Clauu..!!
    kmoo tuu..! :D

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  3. bueno bueno no estubo tan mala pero realmente me sorprendio ah por cierto !FELIZ CUMPLE! aunque algo tarde pero es que estaba ocupado con la U, aunque me entere que el festejo fue un poco mas que entusiasta.
    pero bueno solo se cumple años una vez al año no? ia me comunicare personalmete.
    Saludos tu Ahora Cansado Primo

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